Para Freud, la mayor parte del Ello es desconocida e inconsciente. Reservorio primero de la energía psíquica, representa la arena en la que se enfrentan pulsiones de vida (Eros) y de muerte (Thanatos). La necesidad imperiosa de la satisfacción pulsional rige el curso de sus procesos. Sus contenidos inconscientes son de diferentes orígenes. Por una parte, se trata de tendencias hereditarias, de determinaciones innatas, de exigencias somáticas, y, por otra parte, de adquisiciones, de lo que proviene de la represión. De forma sucinta, se puede definir al Ello como el reservorio pulsional del hombre.
La conquista del Ello, ese núcleo de nuestro ser, para Freud, es facilitada por el psicoanálisis a través del método de la asociación libre.
El Ello está presente desde el nacimiento. Está constituido por impulsos tan básicos como la tendencia natural a satisfacer el hambre, la sed y sexualidad, las que Freud llamó pulsiones de vida, alimentados por una forma de energía llamada libido. Las pulsiones de la vida se engloban en el concepto de Eros (el nombre del dios griego del amor). El Ello contiene asimismo la pulsión de muerte, responsable de las tendencias a la agresividad y la destrucción. El Ello demanda la gratificación inmediata y opera bajo el principio del placer, el cual persigue la inmediata gratificación de las pulsiones.
Yo: El Yo tiene como fin cumplir de manera realista los deseos y demandas del Ello con el mundo exterior, a la vez conciliándose con las exigencias del Superyó. El Yo evoluciona según la edad y sus distintas exigencias del Ello actuando como un intermediario contra el mundo externo. El yo sigue al principio de realidad, satisfaciendo los impulsos del Ello de una manera apropiada. Utiliza razonamiento realista característico de los procesos secundarios que se podrían originar. Como ejecutor de la personalidad, el Yo tiene que mediar entre las tres fuerzas que le exigen: el mundo de la realidad, el Ello y el Superyó, el yo tiene que conservar su propia autonomía por el mantenimiento de su organización integrada. Aunque en sus escrituras tempranas Freud comparó el Yo con nuestro sentido de uno mismo, en adelante comenzó a retratarlo más como un sistema de funciones psíquicas tales como el examen de realidad, defensa psíquica, funciones cognitivas e intelectuales (síntesis de la información, memoria y similares).
Es la entidad que actúa como regulador entre las demandas del Ello y del Superyó. No es cien por ciento consciente, en particular, los contenidos referentes a las funciones yoicas de defensa son esencialemente inconscientes. Se basa en un concepto realista del mundo para adaptarse al mundo. Casi ejemplificado como un poder o una persona dentro de la mente, que nos presta atención en todo momento, incluso en nuestras acciones más íntimas, esta observación no es lo mismo que una persecución, pero no esta muy lejos de serlo.
Todas las acciones ejecutadas, son analizadas por el Yo y a menudo se les comunica los resultados: “ahora debe decir esto…”, “ahora deberá salir”. Amenazando con el castigo en caso de incumplimiento. El Yo, en su observación nos permite reconocer las acciones que realizamos, la oportunidad de elegir el camino a seguir, y razonar los impulsos que realizábamos con tal de no ceder lugar a la liberación libidinosa, y velar por la integridad general de la realidad. Es el primer paso del reconocimiento, para afrontar las alegrías, culpabilidad o castigo.
SuperYó: El Superyó es la parte que contrarresta al ello, representa los pensamientos morales y éticos recibidos de la cultura. Consta de dos subsistemas: la "conciencia moral" y el ideal del yo. La "conciencia moral" se refiere a la capacidad para la autoevaluación, la crítica y el reproche. El ideal del yo es una autoimagen ideal que consta de conductas aprobadas y recompensadas.
El Superyó en la enseñanza clásica freudiana es una instancia que no está presente desde el principio de la vida del sujeto, sino que surge a consecuencia de la internalización de la figura del padre como un resultado de la resolución el complejo de Edipo.
Con posterioridad a Freud se ha discutido sobre el origen de la instancia. Melanie Klein, por ejemplo, postula la existencia de un Superyó en el lactante. Para la corriente psicoanalítica que sigue la orientación de Jacques Lacan será en cambio relevante reforzar la idea de Freud acerca del momento del surgimiento del Superyó, otorgándole a la castración, a la resolución del complejo de Edipo y a la función paterna un carácter fundacional del sujeto y de su posición estructural.