Rodeados por una capa de
humo, la pólvora de los fusiles empañaba la vista de aquella batalla. El lugar
se teñía de lamentos, linaje, de rabia por luchadores caídos a manos de
tiranos.
Se escuchaban gritos como
“¡Libertad!”, “¡Tiranos!”, entre otras expresiones soeces utilizados para
eliminar la ira suprimida por tantos años de represión. Años que se destacan
por la prohibición en la salida del territorio nacional, o la libre locomoción
dentro del país y peor aún, el deseo de expresar sentimientos, pensamientos o
emociones.
El Estado; comprado por el
monopolio desde muchas décadas atrás, vendía la libertad, misma que era
gratuita en las vecinas Naciones. Muchos recuerdan como f
ue entregando fondos públicos por intereses personales, donde prefería reparar el puente que conectaba a sus fincas que una carretera entre tantos pueblos hundidos en la miseria.
ue entregando fondos públicos por intereses personales, donde prefería reparar el puente que conectaba a sus fincas que una carretera entre tantos pueblos hundidos en la miseria.
Se llegó el día en que
soñaron desde hace mucho tiempo los libertadores de aquella patria colonial, la
cual fue tomada por esos cobardes que abusan de oportunidades y someten al
pobre. Retumba en lo más alto un sonido fuerte para dar señal de resistencia.
Duele ver como se matan entre sí esos hombres que la patria parió, mueren jóvenes
por un futuro más próspero y adultos para establecer un presente más seguro, sustentable.
Las mujeres, quienes
cambiaron el maquillaje por camuflaje, los tacones por las botas militares, el
bolso por el fusil; féminas que decidieron ser parte principal del cambio
positivo de su pueblo; vemos niños que dejaron la escuela por unirse a la
batalla, quienes sustituyeron conocimientos académicos por instrucción militar;
aprendieron a madurar antes de enamorarse. El joven adulto, decidió dejar
estudios universitarios a cambio de estrategias castrenses; mismo que
comprendió que amar a la patria, es amar a su madre; que traicionar a su
compatriota, es dar un disparo por la espalda a su hermano.
Tantos paisanos
revolucionarios caídos ante aquellos coterráneos que únicamente siguen órdenes
de sus superiores, así mismo como los revolucionarios reclutas que hieren al uniformado.
El escenario de
enfrentamientos se multiplican dentro del país, las víctimas aumentan el doble
periódicamente. La misma pregunta resuena en el silencio los líderes rebeldes y
en los líderes de la guardia ¿cuándo será el fin de esa lucha?
Las religiosas que se
prohíben a dañarse entre sí, deciden pedir al Altísimo lo que el político no le
puede dar. Aumentan las oraciones en los caseríos lejanos al pueblo o ciudades;
a las cabeceras o a la capital y suenan en voces el deseo de la paz y la
libertad que desde hace mucho tiempo se les quitó.
El cielo teñido dorado,
finalizaba aquel día de batalla, una brisa acariciaba el rostro de quienes
lucharon por mucho tiempo por su libertad. Las emisoras locales anunciaban la
renuncia del mandatario y fue así el génesis de una nueva, en donde los nombres
de quienes murieron por su patria serían recordados. Ancianos, jóvenes, adultos
y niños bailaban con alegría en la plaza, frente a edificios públicos; celebrando
de esta manera la autonomía recuperada.