jueves, 6 de marzo de 2014

La Guerra Civil


Rodeados por una capa de humo, la pólvora de los fusiles empañaba la vista de aquella batalla. El lugar se teñía de lamentos, linaje, de rabia por luchadores caídos a manos de tiranos.

Se escuchaban gritos como “¡Libertad!”, “¡Tiranos!”, entre otras expresiones soeces utilizados para eliminar la ira suprimida por tantos años de represión. Años que se destacan por la prohibición en la salida del territorio nacional, o la libre locomoción dentro del país y peor aún, el deseo de expresar sentimientos, pensamientos o emociones.

El Estado; comprado por el monopolio desde muchas décadas atrás, vendía la libertad, misma que era gratuita en las vecinas Naciones. Muchos recuerdan como f
ue entregando fondos públicos por intereses personales, donde prefería reparar el puente que conectaba a sus fincas que una carretera entre tantos pueblos hundidos en la miseria.

Se llegó el día en que soñaron desde hace mucho tiempo los libertadores de aquella patria colonial, la cual fue tomada por esos cobardes que abusan de oportunidades y someten al pobre. Retumba en lo más alto un sonido fuerte para dar señal de resistencia. Duele ver como se matan entre sí esos hombres que la patria parió, mueren jóvenes por un futuro más próspero y adultos para establecer un presente más seguro, sustentable.

Las mujeres, quienes cambiaron el maquillaje por camuflaje, los tacones por las botas militares, el bolso por el fusil; féminas que decidieron ser parte principal del cambio positivo de su pueblo; vemos niños que dejaron la escuela por unirse a la batalla, quienes sustituyeron conocimientos académicos por instrucción militar; aprendieron a madurar antes de enamorarse. El joven adulto, decidió dejar estudios universitarios a cambio de estrategias castrenses; mismo que comprendió que amar a la patria, es amar a su madre; que traicionar a su compatriota, es dar un disparo por la espalda a su hermano.

Tantos paisanos revolucionarios caídos ante aquellos coterráneos que únicamente siguen órdenes de sus superiores, así mismo como los revolucionarios reclutas que hieren al uniformado.

El escenario de enfrentamientos se multiplican dentro del país, las víctimas aumentan el doble periódicamente. La misma pregunta resuena en el silencio los líderes rebeldes y en los líderes de la guardia ¿cuándo será el fin de esa lucha?

Las religiosas que se prohíben a dañarse entre sí, deciden pedir al Altísimo lo que el político no le puede dar. Aumentan las oraciones en los caseríos lejanos al pueblo o ciudades; a las cabeceras o a la capital y suenan en voces el deseo de la paz y la libertad que desde hace mucho tiempo se les quitó.

El cielo teñido dorado, finalizaba aquel día de batalla, una brisa acariciaba el rostro de quienes lucharon por mucho tiempo por su libertad. Las emisoras locales anunciaban la renuncia del mandatario y fue así el génesis de una nueva, en donde los nombres de quienes murieron por su patria serían recordados. Ancianos, jóvenes, adultos y niños bailaban con alegría en la plaza, frente a edificios públicos; celebrando de esta manera la autonomía recuperada.