Era una mañana perfecta,
pues reencontraría
tu sonrisa plasmada
y con tu mirada fija.
Volvería a ver la media luna
que adorna tu rostro.
Otra vez, me perdería
en tu mirada infinita
de un universo paralelo.
Te disfrasaste de mortal,
con vestuario sencillo
te inmortalizaste en mi mente.
Una cinta adornaba tu cabeza,
y a la vez sostenía tu cabellera.
pintaste sobre tus ojos
el color cielo de esa mañana.
Tu risa fue la sintonía de matutina,
que despertó el gozo en mi alma.
Fue el embeleso que se instaló
como una musa ejemplar.
"Quiero contarte, lector, la vida de un peregrino de experiencia, de buen tino, de carácter y de honor; el cual supo del dolor en el correr de los años; de perfidias y de engaños y mentidas alabanzas; vio morir sus esperanzas y cosechó desengaños..." Humberto Porta Mencos
jueves, 19 de junio de 2014
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