El sol besaba la cumbre de las montañas
y acariciaba tu cuerpo con sus rayos,
la ventana se quedó entreabierta;
como si el alba te quisiera robar.
Yo, sentado a la orilla de la cama;
observándote delicadamente,
sintiendo como mi alma queriá salir
y reposar en cada centímetro de tu piel.
Y el sol continuaba llenando tu piel,
pintándola de oro, acariciándote lento.
La brisa arrebata contra las cortinas
y hacen que tus cabellos bailen.
El timpo pasaba, en una milésima de segunda.
Mis ojos se enamoraban de ti,
de tu rostro dormido reflejando paz;
de tu cuerpo escondido entre sábanas
y de tu silencio entonando el amor en el amanecer.
"Quiero contarte, lector, la vida de un peregrino de experiencia, de buen tino, de carácter y de honor; el cual supo del dolor en el correr de los años; de perfidias y de engaños y mentidas alabanzas; vio morir sus esperanzas y cosechó desengaños..." Humberto Porta Mencos
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