viernes, 22 de febrero de 2013

El Pequeño Héroe


Se preguntaban, como hacía para escribir frases, si cuando lo único que escribía eran monosílabos. Nadie buscó la respuesta a la gran pregunta, sólo admiraban el gran esfuerzo que dedicaba por escribir.

Todas las mañanas se le encontraba, como era de costumbre, deletreando cada letrero que encontraba en su camino, pues se dirigía a su trabajo de vender el periódico. “Es ironía” mencionaba el civil, pues miraba a aquel niño analfabeta que apenas deletreaba la  palabra ‘cocodrilo’ y escribía con yeso su nombre, y sin saber escribirlo bien.

Vendía periódicos y revistas, había gente le compraba, porque el pequeño era simpático y bien educado para atender a la persona que le detenía únicamente para preguntarle cuales eran los titulares del día o qué había sucedido en los países que se mantenían en guerra.

Era común verlo todos los días después de vender sus diarios con una risa para entregar el dinero y recibir su paga, pues luego se disponía a asistir a la escuela adonde llegaba con mucha anhelo de no solo aprender a leer y a escribir, sino a saber de las culturas del mundo, de la historia de su país, de cada pueblo del mismo.

Era un infante de 10 años de edad, aproximadamente, que siempre andaba con una boina café, una calzoneta gris, su calzado ya gastados y una playera 'cuello de tortuga'; pero eso no le impedía sonreír cada día, mostraba a los lugareños que era más valioso reír ante la adversidad.

- El ishchoco¹ que vende el periódico me admira, pues todos sabemos sus condiciones y no digamos él, que la vive, siempre anda sonriendo. Expresaba un anciano observando desde muy lejos al niño que repartía.

- ¡Ah compadre! vos lo has dicho, mirá sus atuendos o su apariencia; pero por muy chorreado que esté siempre su mejor presentación es cuando sonríe. Respondía con jovialidad el otro anciano.

Llegó el día en que todo cambiaría. Como de costumbre, después de vender sus diarios e ir a estudiar, salía del establecimiento. Caminaba por las calles más silenciosas del pueblo y observó salir humo desde la ventana de una casa, dentro de ella se encontraba un niño de unos 4 años calculado. La abuela del pequeño había salido y olvidó apagar el fuego del candil.

Los adultos no habían dado asistencia al acto y desconocían lo que sucedía. La nobleza de Juanito le hizo entrar a como pudo por la ventana, la que tuvo que romper, estando dentro se dio cuenta de que las llamas ya estaban llenas de enojo y consumían el interior del hogar. El pequeño se encontraba con una mínima quemadura en su pie y le impedía caminar con mayor facilidad. Las personas se reunieron en el lugar y vieron salir por la puerta al niño que estuvo prisionero, pero el techo no aguantó más y cayó sobre Juanito, que no pudo salir.

 ¡Pobre Juanito! ¿Qué será del pueblo sin su risa? ¿Sin sus ojos prendidos? Las melodías matutinas ya no sonarán igual, pues la torpeza humana hizo perder un tono musical. La voz de Juanito ya no será parte del canto de los pájaros. Desde ese entonces todos cuentan la historia del pequeño héroe.

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