Hoy, quiero escribir
de alguien que una vez
causó una magia
muy dentro de mí.
Quisiera ser perfecto,
para ofrecerle a ella
toda maravilla terrestre,
hasta alguna estrella.
Mas soy un simple mortal
que no tiene más que amor
y una carencia material.
Hoy, prentendo citar
en forma de verso
a aquella mujer
que cada noche beso.
O en forma de prosa
para la fémina
que se merece una rosa.
¿Qué puede ofrecer un poeta?
más que una miseria material,
pero un riqueza sentimental.
Puedo llenar su alma
y eso me bastará.
Le he dicho, que la distancia
suele ser fría cuando se ama,
pero es más insensible la ausencia;
misma que no perdona edad.
Porque si se ama hay presencia.
Hoy, deseo expresar
de manera sublime
las sensaciones de sus palabras
o el malestar de discusiones,
que también nos hace amarnos.
Me ha enseñado que el hoy
vale más que un mañana
y puede ser más perfecto
que un simple ayer.
Porque amar en presente
es olvidar el dolor del ayer
y pensar que el mañana es
sólo una mito fantasioso.
"Quiero contarte, lector, la vida de un peregrino de experiencia, de buen tino, de carácter y de honor; el cual supo del dolor en el correr de los años; de perfidias y de engaños y mentidas alabanzas; vio morir sus esperanzas y cosechó desengaños..." Humberto Porta Mencos
viernes, 13 de diciembre de 2013
martes, 26 de noviembre de 2013
Confidencias
He sentido el sabor de tu beso
siendo ese un momento de censura,
inconscientemente es el acto de embeleso
que me hace callar en la locura.
Sentir como tus abrazos me llenan de calma
trayendo tranquilidad a mii realidad,
haces que renazca entre paz mi alma
que desnudo se ha sentido ante tanta crueldad.
Darle placer al amor prohibido
hace que me ilusione sin sentirlo
sintiendo los mejores actos vividos
entre tu amor me haces sentir un renacido
Con oírte mi corazón su latir acelera
agilizando mi respirar quier sentir tu calor,
pues solo así puedo con entusiasmo vivir
aunque sabiendo que cuando te vas morir me toca.
Estando con ella creces en mi pensamiento
revivo en mi imaginación la dulzura de tu pasión
espero en el cuarto de la ilusión para renacer en tu amor,
tan solo espero la hora de abrigarme en tu corazón.
Y admito lo malo que sin ti he pasado,
te encuentro en cada lágrima que derramo,
sufro en silencio la falsedad de amar.
Callola emoción cuando pasas a mi lado.
Sin saber cuánto nos dañamos en la lujuria
nos reencontramos en el sigilo de los ojos.
No buscamos la lógica de esos momentos,
únicamente llenamos un vacío en ell corazón.
Esta confidencia que nos hace pecar,
somos culpables de un amor sin conciencia.
Aunque insinuemos inocencia en cada beso,
este amor es la esencia de la falsedad.
siendo ese un momento de censura,
inconscientemente es el acto de embeleso
que me hace callar en la locura.
Sentir como tus abrazos me llenan de calma
trayendo tranquilidad a mii realidad,
haces que renazca entre paz mi alma
que desnudo se ha sentido ante tanta crueldad.
Darle placer al amor prohibido
hace que me ilusione sin sentirlo
sintiendo los mejores actos vividos
entre tu amor me haces sentir un renacido
Con oírte mi corazón su latir acelera
agilizando mi respirar quier sentir tu calor,
pues solo así puedo con entusiasmo vivir
aunque sabiendo que cuando te vas morir me toca.
Estando con ella creces en mi pensamiento
revivo en mi imaginación la dulzura de tu pasión
espero en el cuarto de la ilusión para renacer en tu amor,
tan solo espero la hora de abrigarme en tu corazón.
Y admito lo malo que sin ti he pasado,
te encuentro en cada lágrima que derramo,
sufro en silencio la falsedad de amar.
Callola emoción cuando pasas a mi lado.
Sin saber cuánto nos dañamos en la lujuria
nos reencontramos en el sigilo de los ojos.
No buscamos la lógica de esos momentos,
únicamente llenamos un vacío en ell corazón.
Esta confidencia que nos hace pecar,
somos culpables de un amor sin conciencia.
Aunque insinuemos inocencia en cada beso,
este amor es la esencia de la falsedad.
viernes, 15 de marzo de 2013
Caudillo
La bandera atada al estaca, ondeaba con fuerza como querer escapar de
aquella atadura que la detenía. El viento con coraje soplaba el corazón
de cada soldado, quienes detenían su impulso en los fusiles para
esperar la orden de sus comandantes.
El cielo adornaba aquella escena con nubes negras y una luz opaca del día, dando aflicción a la vista de cada combatiente. Se escucha el grito de un caudillo desde una punta de la hilera del batallón.
- Hoy es un día, a diferencia de los ayer, en el que nuestros gritos serán de libertad, en donde vamos a explotar con el tono de voz la cadena que nos hace esclavos del silencio, de los impíos que han abusado de la nobleza que nos caracteriza. Hoy no quiero que el día se acabe y pensando en otro mañana de guerra. En vida o en muerte buscaremos nuestra autonomía; si logramos vivir contaremos nuestra agalla a los hijos de nuestros hijos y si morimos, seremos recordados como héroes de la historia.
El silencio se apodera al observar la inmensa ola humana acercándose a ellos, con rostros de asombro y coraje se disponen a dar la vida por lo que todo el mundo añora, la libertad. Aquel silencio es interrumpido por el ruido de un cañón que estalla cerca de ellos y se disponen a enfrentarse.
La tierra, que ha sido el único testigo de lo que ha vivido sobre ella, de cada acontecimiento, de la evolución, de nacimientos y muertes. Testigo que se ha empeñado al mutismo eterno y el decidido al día que hable, se levantarán los héroes que han sido entrgados a ella por tributo de sus valentías.
A largo tiempo de la intensa batalla, una bala atraviesa el cuerpo del valiente caudillo que estuvo al tanto de todo soldado que pasó por sus filas, la lluvia adorna aquel momento dramático. Su rostro empañado de tierra y sangre seca maquilla su noble sonrisa y negación de morir antes de obtener lo que tanto ha luchado.
Cae herido y se resigna a morir, pero su herida muestra gravedad. Viene a su mente las lecturas de la vida de Simón Bolívar que liberó gran parte de América del Sur, Francisco Morazán y su hazaña en Centroamérica; la valentía de Rafael Carrera. Mira a su gente caer, uno a uno, ante la fuerza tirana de los enemigos y decide ponerse en pie, lo que logra llenar de fuerza a sus soldados
Pintaba las paredes de su habitación con insignias de orgullo y lealtad. No faltaba en sus discursos el tema de la honra hacia la patria y el coraje por defenderla de los impíos que hacían llorar a sus habitantes con actos de corrupción o la cobardía de privar la vida a los inocentes.
Desde niño marchaba por la plaza para dar honores a la bandera que ondeaba en lo más alto del cielo, que combinaban sus colores como siendo espejo de la libertad. La gente observaba al infante que hacía sus reverencias y saludos; para algunos era una burla, pero para los que se habían formado en escuelas militares miraban como un ejemplo a seguir.
Un bombazo rompe el recuerdo que lo entregaba a la vida eterna, iluminado por algo extraña da un brinco para ponerse de pie y entregar hasta la última gota de sangre por su pueblo. El batallón toma más fuerza con la iniciativa de aquel soldado.
Tras largas horas de batalla al final del día se escucha el sonido de una trompeta, acompañado por tambores. Canticos de gozo y oraciones se escuchaban en la plaza de la catedral. Bailes y música cultural eran el placer de sonrisas de los habitantes que ya respiraban libertad.
En la enfermería del cuartel se encontraba el caudillo del héroe pelotón, compartiendo la sonrisa de paz, agradeciendo la valentía de cada uno de ellos. Despide el mundo con la mirada de prosperidad y muere con él la esclavitud de la que fueron víctimas.
El cielo adornaba aquella escena con nubes negras y una luz opaca del día, dando aflicción a la vista de cada combatiente. Se escucha el grito de un caudillo desde una punta de la hilera del batallón.
- Hoy es un día, a diferencia de los ayer, en el que nuestros gritos serán de libertad, en donde vamos a explotar con el tono de voz la cadena que nos hace esclavos del silencio, de los impíos que han abusado de la nobleza que nos caracteriza. Hoy no quiero que el día se acabe y pensando en otro mañana de guerra. En vida o en muerte buscaremos nuestra autonomía; si logramos vivir contaremos nuestra agalla a los hijos de nuestros hijos y si morimos, seremos recordados como héroes de la historia.
El silencio se apodera al observar la inmensa ola humana acercándose a ellos, con rostros de asombro y coraje se disponen a dar la vida por lo que todo el mundo añora, la libertad. Aquel silencio es interrumpido por el ruido de un cañón que estalla cerca de ellos y se disponen a enfrentarse.
La tierra, que ha sido el único testigo de lo que ha vivido sobre ella, de cada acontecimiento, de la evolución, de nacimientos y muertes. Testigo que se ha empeñado al mutismo eterno y el decidido al día que hable, se levantarán los héroes que han sido entrgados a ella por tributo de sus valentías.
A largo tiempo de la intensa batalla, una bala atraviesa el cuerpo del valiente caudillo que estuvo al tanto de todo soldado que pasó por sus filas, la lluvia adorna aquel momento dramático. Su rostro empañado de tierra y sangre seca maquilla su noble sonrisa y negación de morir antes de obtener lo que tanto ha luchado.
Cae herido y se resigna a morir, pero su herida muestra gravedad. Viene a su mente las lecturas de la vida de Simón Bolívar que liberó gran parte de América del Sur, Francisco Morazán y su hazaña en Centroamérica; la valentía de Rafael Carrera. Mira a su gente caer, uno a uno, ante la fuerza tirana de los enemigos y decide ponerse en pie, lo que logra llenar de fuerza a sus soldados
Pintaba las paredes de su habitación con insignias de orgullo y lealtad. No faltaba en sus discursos el tema de la honra hacia la patria y el coraje por defenderla de los impíos que hacían llorar a sus habitantes con actos de corrupción o la cobardía de privar la vida a los inocentes.
Desde niño marchaba por la plaza para dar honores a la bandera que ondeaba en lo más alto del cielo, que combinaban sus colores como siendo espejo de la libertad. La gente observaba al infante que hacía sus reverencias y saludos; para algunos era una burla, pero para los que se habían formado en escuelas militares miraban como un ejemplo a seguir.
Un bombazo rompe el recuerdo que lo entregaba a la vida eterna, iluminado por algo extraña da un brinco para ponerse de pie y entregar hasta la última gota de sangre por su pueblo. El batallón toma más fuerza con la iniciativa de aquel soldado.
Tras largas horas de batalla al final del día se escucha el sonido de una trompeta, acompañado por tambores. Canticos de gozo y oraciones se escuchaban en la plaza de la catedral. Bailes y música cultural eran el placer de sonrisas de los habitantes que ya respiraban libertad.
En la enfermería del cuartel se encontraba el caudillo del héroe pelotón, compartiendo la sonrisa de paz, agradeciendo la valentía de cada uno de ellos. Despide el mundo con la mirada de prosperidad y muere con él la esclavitud de la que fueron víctimas.
viernes, 22 de febrero de 2013
El Pequeño Héroe
Se preguntaban, como hacía para escribir frases, si cuando lo único que escribía eran monosílabos. Nadie buscó la respuesta a la gran pregunta, sólo admiraban el gran esfuerzo que dedicaba por escribir.
Todas
las mañanas se le encontraba, como era de costumbre, deletreando cada letrero que
encontraba en su camino, pues se dirigía a su trabajo de vender el periódico. “Es
ironía” mencionaba el civil, pues miraba a aquel niño analfabeta que apenas
deletreaba la palabra ‘cocodrilo’ y
escribía con yeso su nombre, y sin saber escribirlo bien.
Vendía
periódicos y revistas, había gente le compraba, porque el
pequeño era simpático y bien educado para atender a la persona que le detenía únicamente
para preguntarle cuales eran los titulares del día o qué había sucedido en los
países que se mantenían en guerra.
Era
común verlo todos los días después de vender sus diarios con una risa para entregar
el dinero y recibir su paga, pues luego se disponía a asistir a la escuela
adonde llegaba con mucha anhelo de no solo aprender a leer y a escribir, sino a
saber de las culturas del mundo, de la historia de su país, de cada pueblo del
mismo.
Era
un infante de 10 años de edad, aproximadamente, que siempre andaba con una
boina café, una calzoneta gris, su calzado ya gastados y una playera 'cuello de tortuga';
pero eso no le impedía sonreír cada día, mostraba a los lugareños que era más
valioso reír ante la adversidad.
-
El ishchoco¹ que vende el periódico me admira, pues todos sabemos sus
condiciones y no digamos él, que la vive, siempre anda sonriendo. Expresaba un
anciano observando desde muy lejos al niño que repartía.
-
¡Ah compadre! vos lo has dicho, mirá sus atuendos o su apariencia; pero por muy
chorreado que esté siempre su mejor presentación es cuando sonríe. Respondía
con jovialidad el otro anciano.
Llegó
el día en que todo cambiaría. Como de costumbre, después de vender sus diarios
e ir a estudiar, salía del establecimiento. Caminaba por las calles más
silenciosas del pueblo y observó salir humo desde la ventana de una casa, dentro
de ella se encontraba un niño de unos 4 años calculado. La abuela del pequeño había
salido y olvidó apagar el fuego del candil.
Los
adultos no habían dado asistencia al acto y desconocían lo que sucedía. La
nobleza de Juanito le hizo entrar a como pudo por la ventana, la que tuvo que
romper, estando dentro se dio cuenta de que las llamas ya estaban llenas de
enojo y consumían el interior del hogar. El pequeño se encontraba con una
mínima quemadura en su pie y le impedía caminar con mayor facilidad. Las
personas se reunieron en el lugar y vieron salir por la puerta al niño que
estuvo prisionero, pero el techo no aguantó más y cayó sobre Juanito, que no
pudo salir.
¡Pobre
Juanito! ¿Qué será del pueblo sin su risa? ¿Sin sus ojos prendidos? Las
melodías matutinas ya no sonarán igual, pues la torpeza humana hizo perder un
tono musical. La voz de Juanito ya no será parte del canto de los pájaros.
Desde ese entonces todos cuentan la historia del pequeño héroe.
lunes, 18 de febrero de 2013
El Funeral
Corría la noticia por los medios de comunicación, la muerte de un
virtuoso; para los vecinos lejanos era un rumor, un chisme para las
señoras de la vecindad, una tragedia para sus amigos e impactante para
la familia.
En el velorio llegaron unos mendigos sin importarles quien fue, sólo buscaban pan y café para calmar los ruidos extraños de un estómago vacío. Sin hacer falta la presencia de los vagos, quienes aprovechaban la serenada noche para los juegos de naipe con fines lucrativos; sin olvidar, los llantos y gritos de los niños que acompañaban a sus padres.
Ante el cuerpo lloran a gritos los familiares, uno que otro amigo a quien le es inevitalbe la angustia y brota esas lágrimas impotentes. Afuera, se oyen las pláticas y las risas exageradas de unos acompañantes, quienes aprovechaban para comentar chistes o momentos graciosos.
Amigos lo recuerdan de niño, sus travesuras, desobediencias, valentía, cordialidad y lo fácil que le era hacer amigos; así también pacificar al grupo cuando se encontraban en conflictos.
Vecinos, que alguna vez saludó, hacen memoria de su liderazgo, la lucha incanzable por el desarrollo comunitario y sus mejores tiempos como jefe édil. Un grupo pequeño, juzgaba su mal comportamiento, el orgullo que tenía, de cómo engañó a la gente para ser uno de esos delincuentes disfrazados con nombre de "político"; su poco trabajo como alcalde y el incumpliento de promesas.
Su Sra. esposa tienen remembranzas de lo que hizo por conquistarla, de su insistencia por ganar su amor, lo que logró después de una larga lucha. El día más feliz, su boda y cumplir esa promesa de amarle más allá de donde llega la vida.
Producto del matrimonio fueron 3 hijos, a quienes educó día a día para que se cuidaran entre sí y a su única hermana. Ellos en memoria enaltecen su apellido y agradecen lo que él les enseño, muy importante, ser útil para el país.
Sus hijos se fueron formando y creciendo, pero uno de ellos se alejó por un pleito con él y nunca, en vida, lo volvió a ver. La demás familia criticaba lo que el orgullo de ambos separó.
En la madrugada de aquella vela, se asoma el hijo, al que etiquetaba "lo que el orgullo separó". Los murmuros aumentaron, pero otros callaron ante la sopresiva llegada de quien menos pensaban o esperaban. Llevaba en su mano una corona de flores con una nota que se alcanzaba leer "perdón padre". Ante su madre y sus hermanos no contuvo el llanto y pidió perdón por no haberlos buscado cuando debió.
Su madre, con una mirada bondadosa hacia él, toma su mano y con los ojos húmedos le hace saber que en la agonía de su padre dejó dicho que siempre te estuvo esperando y si la vida se adelantaba, él hecho de estar orgulloso de ti lo hizo perdonarte, y te iba a estar esperando en la vida eterna.
En el velorio llegaron unos mendigos sin importarles quien fue, sólo buscaban pan y café para calmar los ruidos extraños de un estómago vacío. Sin hacer falta la presencia de los vagos, quienes aprovechaban la serenada noche para los juegos de naipe con fines lucrativos; sin olvidar, los llantos y gritos de los niños que acompañaban a sus padres.
Ante el cuerpo lloran a gritos los familiares, uno que otro amigo a quien le es inevitalbe la angustia y brota esas lágrimas impotentes. Afuera, se oyen las pláticas y las risas exageradas de unos acompañantes, quienes aprovechaban para comentar chistes o momentos graciosos.
Amigos lo recuerdan de niño, sus travesuras, desobediencias, valentía, cordialidad y lo fácil que le era hacer amigos; así también pacificar al grupo cuando se encontraban en conflictos.
Vecinos, que alguna vez saludó, hacen memoria de su liderazgo, la lucha incanzable por el desarrollo comunitario y sus mejores tiempos como jefe édil. Un grupo pequeño, juzgaba su mal comportamiento, el orgullo que tenía, de cómo engañó a la gente para ser uno de esos delincuentes disfrazados con nombre de "político"; su poco trabajo como alcalde y el incumpliento de promesas.
Su Sra. esposa tienen remembranzas de lo que hizo por conquistarla, de su insistencia por ganar su amor, lo que logró después de una larga lucha. El día más feliz, su boda y cumplir esa promesa de amarle más allá de donde llega la vida.
Producto del matrimonio fueron 3 hijos, a quienes educó día a día para que se cuidaran entre sí y a su única hermana. Ellos en memoria enaltecen su apellido y agradecen lo que él les enseño, muy importante, ser útil para el país.
Sus hijos se fueron formando y creciendo, pero uno de ellos se alejó por un pleito con él y nunca, en vida, lo volvió a ver. La demás familia criticaba lo que el orgullo de ambos separó.
En la madrugada de aquella vela, se asoma el hijo, al que etiquetaba "lo que el orgullo separó". Los murmuros aumentaron, pero otros callaron ante la sopresiva llegada de quien menos pensaban o esperaban. Llevaba en su mano una corona de flores con una nota que se alcanzaba leer "perdón padre". Ante su madre y sus hermanos no contuvo el llanto y pidió perdón por no haberlos buscado cuando debió.
Su madre, con una mirada bondadosa hacia él, toma su mano y con los ojos húmedos le hace saber que en la agonía de su padre dejó dicho que siempre te estuvo esperando y si la vida se adelantaba, él hecho de estar orgulloso de ti lo hizo perdonarte, y te iba a estar esperando en la vida eterna.
lunes, 11 de febrero de 2013
El Reproche
Las horas de la noche no se detienen, el ritmo cardiaco es el mismo, el whisky acelera la circulación sanguínea y el olvido no se asoma; mas el recuerdo es el que provoca el ahogamiento de mi moral en el ardiente licor.
"Es que si tan sólo..." es el reproche que vive en mi cabeza, como si eso se apiadara y me hiciera cambair el tierrible momento que te hice vivir aquella tarde.
En 3 días de la tragedia, el reproche es inmenso cada día, mi alma se irrita al ver tus fotografías en las cuales nunca faltan el adorno de tus sonrisas que las llena de vida... Pero mi llanto rompe la complasencia de ver la figuria de tu risa plasmada.
Era la tarde de un frío noviembre, cuando llegue temprano a casa y no hallarte, la sorpresa de la tarde-noche. Vi sobre la mesa un ramo de flores con nota de un desconocido, lo cual provocó elevar mi ira.
A poco tiempo tu voz desbloqueó mi pensamiento, sin consultar, alteré mi tono ante ti buscando respuesta y a la vez evitando querer escuchar tu explicación. Olvidé por ese instante quien eras, olvidé por un momento que eras esa mujer que juré amar toda la vida. Lo último que vi fueron tus ojos húmedos y una mirada que hablaba el idioma de los lamentos.
Fuiste la noticia al caer la noche, tu nombre era mencionado en los rumores de la vecindad y tu imagen se propagó por los noticieros y quien afirma que dando fin a la existencia es la solución. Me enteré de tu accidente, como pude salí al hospital donde te encontrabas; en sala de esperas encuentro a un hombre con cabellera blanca y, vi en él tus ojos húmedos con la mirada del mismo idioma que me habló la última vez que miraste, lo que me hizo enmudecer. Eran las 10:30 de la noche y tu muerte dio paso a la eternidad de mi angustia.
Me hundí en el abismo de la remembranza alucinándote pasear por el pasillo de la casa, oir tus risas encerradas en la sala, escuchar tus pasos deslcazos subiendo las gradas y sentir el aire de tu respiración dentro de la habitación.
Entre tus cosas hallé el listón con el que siempre adornabas tus cabellos; el labial con el que tatuabas mi cuerpo; y encontré una carta firmada por tu padre diciéndote que te enviaba las flores que siempre te gustaron, buscaba tu perdón.
Soy un muerto andante que furente a tu tumba pide perdón, cuyo perdón inexistente para mi alma. Será esa culpabilidad mi esclavitud la que me hará buscarte en el infinito del mundo, quererte encontrar en el alba de cada día, en el rocío de cada mañana y me perderé en el infinito de tu mirada al verte en las estrellas.
"Es que si tan sólo..." es el reproche que vive en mi cabeza, como si eso se apiadara y me hiciera cambair el tierrible momento que te hice vivir aquella tarde.
En 3 días de la tragedia, el reproche es inmenso cada día, mi alma se irrita al ver tus fotografías en las cuales nunca faltan el adorno de tus sonrisas que las llena de vida... Pero mi llanto rompe la complasencia de ver la figuria de tu risa plasmada.
Era la tarde de un frío noviembre, cuando llegue temprano a casa y no hallarte, la sorpresa de la tarde-noche. Vi sobre la mesa un ramo de flores con nota de un desconocido, lo cual provocó elevar mi ira.
A poco tiempo tu voz desbloqueó mi pensamiento, sin consultar, alteré mi tono ante ti buscando respuesta y a la vez evitando querer escuchar tu explicación. Olvidé por ese instante quien eras, olvidé por un momento que eras esa mujer que juré amar toda la vida. Lo último que vi fueron tus ojos húmedos y una mirada que hablaba el idioma de los lamentos.
Fuiste la noticia al caer la noche, tu nombre era mencionado en los rumores de la vecindad y tu imagen se propagó por los noticieros y quien afirma que dando fin a la existencia es la solución. Me enteré de tu accidente, como pude salí al hospital donde te encontrabas; en sala de esperas encuentro a un hombre con cabellera blanca y, vi en él tus ojos húmedos con la mirada del mismo idioma que me habló la última vez que miraste, lo que me hizo enmudecer. Eran las 10:30 de la noche y tu muerte dio paso a la eternidad de mi angustia.
Me hundí en el abismo de la remembranza alucinándote pasear por el pasillo de la casa, oir tus risas encerradas en la sala, escuchar tus pasos deslcazos subiendo las gradas y sentir el aire de tu respiración dentro de la habitación.
Entre tus cosas hallé el listón con el que siempre adornabas tus cabellos; el labial con el que tatuabas mi cuerpo; y encontré una carta firmada por tu padre diciéndote que te enviaba las flores que siempre te gustaron, buscaba tu perdón.
Soy un muerto andante que furente a tu tumba pide perdón, cuyo perdón inexistente para mi alma. Será esa culpabilidad mi esclavitud la que me hará buscarte en el infinito del mundo, quererte encontrar en el alba de cada día, en el rocío de cada mañana y me perderé en el infinito de tu mirada al verte en las estrellas.
lunes, 28 de enero de 2013
La Sra. Muerte
Era una tarde fria en la que las personas sentían en ese momento más helada
de lo normal, pintaban gestos de angustia y se sospechaba que algo muy pronto
iba a suceder.
Los comerciantes dudosos de aquel presentimiento decidieron no testificar algo anormal si llegara a pasar. Los pobladores, aterrados cerraron más temprano puertas y ventanas de sus casas.
Pasaban las ocho de la noche y los vagabundos no se aparecían por esas calles, como de costumbre sucedía. Entre la luz de la lejanía se observaba que alguien se paseaba por aquella soledad.
A través de un umbral miraba una anciana y perseguía con la vista los pasos de aquella persona, quien ella no identificaba, como si supiera lo que pasaría esa fría noche. El joven saca de su maletín una botella oscura, que contenía granos de cebada fermentada, otros cereales adobada con lúpulo y levadura. Al terminar de beber el contenido de dicha botella la deja a un lado y decide continuar su camino. Más adelante se encuentra con unos amigos, sonrieron y saludaron fraternosamente. pero al cabo de unos minutos decide seguir su camino.
La anciana, quien vio todo se refugia rápidamente en su vivienda a encender una candela frente a un altar y empieza a rezar, sintiendo una gran pena por aquel hombre.
Al día siguiente, el amanecer no fue como el de días anteriores donde el alba es más resplandeciente que el sol, la tristeza indagaba a primeras horas por la calle, contagiando el cielo mismo que empezó a nublarse.
Recorre por el pueblo un rumor de muerte, era aquel hombre que de un principio se daba por desconocido. El lugar de la tragedia fue invadida por amigos y parientes, el silencio se adueñaba a sus alrededores... Hasta que se asoma la anciana y dijo haberlo visto sin ninguna pena, pero después algo misterioso le hizo temer.
Los amigos, con quienes habló por última vez, dijeron que instantes después
pasó por el otro extremo de la calle una persona con hábito negro y cubría su
rostro, pero al tiempo que transitó frente a ellos una mala sensación se hizo
sentir, el frío aumentó y nadie pudo hablar, únicamente observaron que dio
alcance y caminaron juntos hasta perderse en la distancia.
La anciana elevó su mirada al cielo y suspiro, murmuró a los oyenes "considerarse salvos, pues nadie ha viso a la Sra. Muerte y vive para contarlo". Decide caminar hacia su hogar, mientras los espectadores quedaron clavados en el sigilo del viento con la mirada perdida cada uno decide hacer lo mismo, retirarse a su vivienda y enconmendar su alma al Todopoderoso.
Ahora vagan por esas calles el recuerdo de aquel amigo, quien se adelantó al viaje de la eternidad, dejó en las calles del recurdo las vivencias que tuvo y por las noches divagan sus risas en las solitarias avenidas del pueblo, buscando aún su alma.
Los comerciantes dudosos de aquel presentimiento decidieron no testificar algo anormal si llegara a pasar. Los pobladores, aterrados cerraron más temprano puertas y ventanas de sus casas.
Pasaban las ocho de la noche y los vagabundos no se aparecían por esas calles, como de costumbre sucedía. Entre la luz de la lejanía se observaba que alguien se paseaba por aquella soledad.
A través de un umbral miraba una anciana y perseguía con la vista los pasos de aquella persona, quien ella no identificaba, como si supiera lo que pasaría esa fría noche. El joven saca de su maletín una botella oscura, que contenía granos de cebada fermentada, otros cereales adobada con lúpulo y levadura. Al terminar de beber el contenido de dicha botella la deja a un lado y decide continuar su camino. Más adelante se encuentra con unos amigos, sonrieron y saludaron fraternosamente. pero al cabo de unos minutos decide seguir su camino.
La anciana, quien vio todo se refugia rápidamente en su vivienda a encender una candela frente a un altar y empieza a rezar, sintiendo una gran pena por aquel hombre.
Al día siguiente, el amanecer no fue como el de días anteriores donde el alba es más resplandeciente que el sol, la tristeza indagaba a primeras horas por la calle, contagiando el cielo mismo que empezó a nublarse.
Recorre por el pueblo un rumor de muerte, era aquel hombre que de un principio se daba por desconocido. El lugar de la tragedia fue invadida por amigos y parientes, el silencio se adueñaba a sus alrededores... Hasta que se asoma la anciana y dijo haberlo visto sin ninguna pena, pero después algo misterioso le hizo temer.
La anciana elevó su mirada al cielo y suspiro, murmuró a los oyenes "considerarse salvos, pues nadie ha viso a la Sra. Muerte y vive para contarlo". Decide caminar hacia su hogar, mientras los espectadores quedaron clavados en el sigilo del viento con la mirada perdida cada uno decide hacer lo mismo, retirarse a su vivienda y enconmendar su alma al Todopoderoso.
Ahora vagan por esas calles el recuerdo de aquel amigo, quien se adelantó al viaje de la eternidad, dejó en las calles del recurdo las vivencias que tuvo y por las noches divagan sus risas en las solitarias avenidas del pueblo, buscando aún su alma.
lunes, 21 de enero de 2013
La Maldición
En aquel amanecer las nubes adornaban el gozo de un cielo celeste, lleno de paz. El alba iluminó de ilusión un cambio o un mejoramiento de un virus nombrado, amor.
Fue una de esas mñanas donde se da importancia a un mensaje de texto, una llamada o una sonrisa, pues causa el olvido de un ayer disgustado. Al cabo de esperar cierto tiempo, cayó la tarde y el sol daba sus últimos rayos de muerte y pintó de dorado sus nubes y la inquietud de aquel joven dominó sus impulsos y decidió ir a buscar lo que tanto esperó.
Antes de llegar a su punto final, vio en la lejanía como la chica, a quien iba a buscar, despidió a un desconocido con un placentero abrazo y por lo cual decidió esperar para que se retirara del lugar. Tal vez, lo mejor era ignorar esa inquietud que le hizo caer a la desesperación o sencillamente dejar morir el sentimiento tan fuerte, mas se adelantó en busca d explacaciones para bajar el nudo en la garganta.
La alcanzó hasta el callejón donde se encaminaba sola y al sentir la presencia de aquel joven aparesuró el paso; dio alcance al caminar de la mujer y con arrogancia él preguntó sobre el trato hacia el ignoto, de qué había entre ellos para que el trato sea intímo... El gesto de la fémina cambió y supo, aquel hombre, que con eso había cavado su propia tumba, pues ella bruscamente se dirigió, sin medir la ira que llenó su consciente o sin pensar en la vulnerabilidad del joven y fu así como dio tregua a lo que sería su muerte.
En las noches frías, cuando la soledad indaga por las calles heladas y la melancolía cae en el sereno retornan las palabras asesinas de un amor que existió y bajo una maldición siguió viviendo aquel individuo, bajo la sombra de su sonrisa
Fue una de esas mñanas donde se da importancia a un mensaje de texto, una llamada o una sonrisa, pues causa el olvido de un ayer disgustado. Al cabo de esperar cierto tiempo, cayó la tarde y el sol daba sus últimos rayos de muerte y pintó de dorado sus nubes y la inquietud de aquel joven dominó sus impulsos y decidió ir a buscar lo que tanto esperó.
Antes de llegar a su punto final, vio en la lejanía como la chica, a quien iba a buscar, despidió a un desconocido con un placentero abrazo y por lo cual decidió esperar para que se retirara del lugar. Tal vez, lo mejor era ignorar esa inquietud que le hizo caer a la desesperación o sencillamente dejar morir el sentimiento tan fuerte, mas se adelantó en busca d explacaciones para bajar el nudo en la garganta.
La alcanzó hasta el callejón donde se encaminaba sola y al sentir la presencia de aquel joven aparesuró el paso; dio alcance al caminar de la mujer y con arrogancia él preguntó sobre el trato hacia el ignoto, de qué había entre ellos para que el trato sea intímo... El gesto de la fémina cambió y supo, aquel hombre, que con eso había cavado su propia tumba, pues ella bruscamente se dirigió, sin medir la ira que llenó su consciente o sin pensar en la vulnerabilidad del joven y fu así como dio tregua a lo que sería su muerte.
En las noches frías, cuando la soledad indaga por las calles heladas y la melancolía cae en el sereno retornan las palabras asesinas de un amor que existió y bajo una maldición siguió viviendo aquel individuo, bajo la sombra de su sonrisa
jueves, 10 de enero de 2013
La Veladora
Caía ya de aquel cielo plasmado de estrellas la humedad impregnada de la atmósfera, haciendo más fría la noche. El silencio vagaba por las calles abandonadas del pueblo, donde ningún cuerpo se hacía presente por la helada brisa que traía sensaciones.
Se veía entre el caserío la iluminación que se escapaba entre las rendijas de una madera que ocultaba el interior de una vivienda, en la cual el desvelo sería el que gobernara en sus habitantes. El artefacto que producía la luz, cuya luz era la única que daba vista sobre el poblado, por una candela.
Batallaba con su existencia para alumbrar la habitación, donde se encontraba agonizando el hombre que mantenía el sustento de cada oriundo que conformaba el hogar, era el sacrificio de cada candela morir para iluminar a todo aquel que la necesite.
La paz que daba intriga la vela fue interrumpida por una fuerte ráfaga de viento separando la madera que cubría la ventana, debilitando la luminosidad que brotaba del débil fuego que producía la veladora y ésta batalló para conservar encendida su mecha, retaba la furia del aire que no pudo consumir su útil estancia dentro de la habitación.
Los minutos seguían su paso y poco a poco la llama consumía el cuerpo grasoso de la candela y acababa así el tiempo de existencia del viejo, quien aún en su hecho de muerte sonreía al voltear su mirada hacia el cirio; agradecía su sacrificio de propagar la luz, la que sería la última que miraría.
Sutilmente disminuía la intensidad de su albor y daba anuncio de su pronta fusión. Un suspiro del anciano le hace pensar que su momento llegó. Después de la larga lucha de la candela se extingue, desamparando la habitación ya oscura y en un hilo gaseoso se lleva el alma del longevo, escabulléndose entre las grietas del techo da su último viaje hacia el cielo.
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